lunes, 22 de septiembre de 2014

El carnaval de la muerte



Era una noche cálida, con la luna que pintaba la costa con sus destellos azules y su lado oscuro reflejándose en la superficie de aquel mar sereno.
Aquel muelle estaba iluminado por antiguos faroles a gas.
Las antorchas encendidas, la penumbra, las tenues luces y las sombras que, entremezcladas le daban al viejo muelle un aspecto en extremo sensual y con mucho de misterio. Los sensaciones de todos estallaban de erotismo.
La gente se concentraba en gran número, disfrazado como era la tradición; podían verse mujeres  desnudas con su cuerpo maquillado, con impresionantes vestidos de época, de heroínas de ficción, harapientas, prostitutas, mucamas, guerreras.
Los hombres habían elegido en su mayoría disfraces de caballeros de época, aunque también podían verse algunos pocos que caminaban desnudos entre la muchedumbre, disfrazados de campesinos, médicos, héroes de antiguos comics. 
Solo un detalle era común a todos: sin excepción debían usar una máscara, nadie podía estar allí con la cara descubierta.
La celebración de esta noche de carnaval tenía más de quinientos años de antigüedad y había sido instalada por inmigrantes europeos en un intento por emular a los del siglo XV.
El desfile de personas de un lado a otro era incesante, mostrándose, insinuándose, con una energía sexual vibrando hacia los cuatro puntos cardinales, el  solo roce de pieles provocaban el  estallido, llegando casi al jadeo. Solo mirarse por un instante provocaba la corrida hacia las sombras para perderse y hacer el amor como dos salvajes, solo la máscara debía quedar en su lugar.
Era el instante donde no existían los matrimonios, las uniones, las parejas, todos eran seres libres, sin ataduras de ninguna clase; solo debían disfrutar y encontrar el placer sexual.
Y mientras en la oscuridad muchos se entregaban a los placeres carnales, otros deambulaban conversando, mirándose, deseándose.
Hasta que llegó la medianoche y con ella…la Reina.
Apareció  de la nada, casi desnuda, mostrando unas curvas perfectas, senos inmaculados, largas piernas, bellamente torneadas, el cabello negro brillante llegando a la cintura, con una máscara que solo le cubría los ojos color azul mar, mejillas aterciopeladas y labios de fuego color rojo sangre.
Comenzó a caminar con paso cadencioso y una brutal sensualidad provocando la admiración de hombres que solo pensaban en poseerla y de las mujeres que soñaban con estar entre sus brazos. Subyugaba a todos, nadie podía permanecer indiferente.
Comenzaron a caminar detrás suyo mientras ella seguía su camino hacia el palacete que se erigía orgulloso en aquel lugar. Al llegar a la puerta se detuvo y dijo:
-Buenas noches. Como sabrán muchos, todos los años llego hasta aquí para darles solo placer y festejar con ustedes esta noche de libertad.
Esta vez serán solo trece los que entrarán y me harán el amor toda la noche, doce hombres y una mujer.-
Dicho esto no hubo nadie que no se ilusionara con la idea de ser elegido por aquella diosa surgida del averno seguramente.
Lil comenzó a caminar entre la gente, acariciando con sus manos rostros, caras, miembros,  senos, originando una ola de lujuria inmensa, al mismo tiempo que elegía a los trece afortunados. Les pidió entraran mientras se despedía del resto.
-Es una pena que sean tan pocos pero no es posible más. Buenas noches y entréguense a los placeres antes que salga el sol.- dicho esto se dio media vuelta, entró al lugar y la puerta se cerró a sus espaldas.
Con una enorme sonrisa se acercó a los elegidos y les dijo con una seriedad inusitada:
-Seré directa; tendrán la oportunidad de matarme, irán pasando de a uno y harán todo lo posible por asesinarme, no es fácil pero tampoco imposible.
Tengan en cuenta que con más de tres mil años de edad, mis huesos están cansados.
En aquella mesa tienen armas, deben escoger solo una. Si no logran matarme los mataré yo.
¿Quién comienza?- dijo a viva voz.
Nadie se movió y todos se miraron incrédulos pensando en que se trataba de una broma de mal gusto.
Lil comenzó a impacientarse por lo que dio el primer golpe;  sacó una daga de entre sus breves ropas y se la clavó en el pecho a un joven que sudaba ya terror.  Cayó fulminado al piso en medio de un inmenso charco de sangre.
Todos se alejaron y consternados comenzaron a reaccionar de distintas maneras: algunos intentaron escapar de allí, otros se escondieron mientras que seis decidieron enfrentarla juntos.  La mujer se quedó inmóvil en el medio del salón.
Comenzó la contienda; los hombres prestos, se abalanzaron sobre la mesa,  tomaron todas las armas que podían, cuchillos, dagas, espadas y rodearon a la asesina.
Lil al ver esto solo atinó a decir:
-Lo de a uno no llegaron a entenderlo ¿No?...Bien como ustedes quieran.-
Comenzó la lucha; todos al mismo tiempo lanzaron estocadas y golpes sin resultados, este increíble ser tenía movimientos más veloces que el mejor guerrero del mundo.
Una vez eludidos todos los golpes que intentaron asestarle, Lil sacó otra vez su daga y en un movimiento casi imperceptible al ojo humano le cortó el cuello a tres y en fila.
Los que quedaron asistieron horrorizados a la muerte de sus compañeros. Más dos de ellos decidieron ir a fondo para matarla mientras el ultimo huía de la escena desesperado por salvar su vida, lo que no pudo lograr ya que la mujer le lanzó el cuchillo con tal precisión que quedó clavado en la nuca del infeliz.
Mientras corría para buscar su arma, fue interceptada por sus dos contendientes que lograron clavarle una espada en el costado izquierdo, destrozando su bazo. El dolor no llegó a detener su marcha.
Recuperó su arma de la cabeza del muerto y saltó de forma increíble sobre los dos hombres para aplicarles sendos golpes de puño y clavarles la daga en la garganta.
Quedó inmóvil en medio de aquel macabro escenario; seis muertos y sangre por doquier.
Se rehízo y salió en busca de los cuatro cobardes que seguían escondidos.
En pocos minutos los encontró y los mató, uno a uno, sin piedad.
Solo quedaba ella, Guadalupe, quien no se había movido un ápice de su lugar.
Lil fue hacia ella con paso lento dispuesta a instarla a la lucha.
Frente a frente, se miraron a los ojos durante un instante que pareció durar una eternidad.
Guadalupe fue entonces la que dio el primer golpe: acercó sus labios a los de Lil y le dio un largo y apasionado beso.
Al finalizar, la vieja mujer se alejó con violencia de ella ya que se dio cuenta que comenzaba a desvanecerse como si fuera una figura de humo.
Guadalupe solo la contemplaba, fría, gélida, indiferente.
-¿Cómo lo supiste, niña, como supiste que un beso me mataría?-
-Soy tu sucesora, hace poco tiempo los Maestros me contaron que yo no era de este mundo y que debía venir hasta aquí para tomar tu lugar. Ya es hora que descanses; estás vieja, lenta y un tanto decrépita. ¿Solo trece y sin copular? No debiste cambiar las reglas.
Llegaré a los cien cada noche de Carnaval viejecita, tenlo por seguro.-
-Eres cruel.- dijo mientras su cuerpo seguía deshaciéndose.
-No más que tú el primer día.- le respondió.
Al desaparecer en el aire la última partícula de aquella leyenda, Guadalupe comenzó a tener una enorme transformación, de una esmirriada figura pasó a tener el cuerpo de una mujer voluptuosa, bella y sensual como su antecesora.
Se admiró frente a los espejos un buen rato.
Luego salió de la casa con el fin de conseguir sus primeras víctimas para copular hasta matarlos, como dictaba la tradición pues hasta el amanecer tenía permiso de hacerlo. Y aun faltaban tres horas para ello.


                                                                              F   I   N 



sábado, 13 de septiembre de 2014

LA FIESTA



 Las luces de las antorchas creaban una atmosfera ancestral, arcaica, misteriosa. 
Los invitados se sentían en el umbral de una región encantada, donde un raro y antiguo suceso se manifestaría con seguridad.
Fue Charles, el anfitrión quien habló.
-Damas y caballeros, queremos presentarles a unos  amigos que han venido de muy lejos para  entregarnos un regalo muy especial.-
Dicho esto dos personas cubiertas con túnicas violetas comenzaron a bajar por las escaleras. Una vez en el gran Salón se quedaron inmóviles.
 Los murmullos no se hicieron esperar, tampoco algún escalofrío.
Charles volvió a hablar.
-Estamos conmovidos con Claire dada la trascendencia del momento pues esta noche recibiremos el regalo más preciado para el hombre: la Inmortalidad.-
Algunos sonrieron, otros no y unos pocos aplaudieron.
Fue entonces que los encapuchados descubrieron sus rostros; la mujer rondaría los treinta años y el hombre quizás el doble de edad.
-Estimados:  Adolf y Eva.- dijo Charles.
-Es una broma de mal gusto.- dijeron varios mientras las voces de protesta se alzaban.
-Cálmense y les explicaré; hace tiempo que nuestras vidas han  entrado en el ocaso por lo que decidimos contactarnos con la Sociedad Secreta de Sacerdotes a la cual estos amigos pertenecen, pues son descendientes directos del Primer vampiro, el primer asesino de la historia: Caín.
Lo bueno es que vienen a tomar vuestras vidas y a cambio nosotros recibiremos la Inmortalidad.-
-Buenas noches.-  Y continuó diciendo:
-Sirvientes; afuera están aguardando los demás invitados; que pasen por favor y  recuerden cerrar todas las puertas, pues nadie puede escapar, ¿Vamos Claire?-
-Vamos Charles.-
Comenzaron a subir las escaleras para encontrarse con él, estaban a minutos de lograr la eternidad.
Mientras, el pandemónium de gritos de horror y rugidos, indicaban a las claras que el festín de los vampiros había comenzado.

                                                                              F    I     N