Era una noche cálida, con la luna que pintaba la
costa con sus destellos azules y su lado oscuro reflejándose en la superficie de aquel mar sereno.
Aquel muelle estaba iluminado por antiguos faroles a gas.
Las antorchas encendidas, la penumbra, las tenues luces y las
sombras que, entremezcladas le daban al viejo muelle un aspecto en extremo sensual y
con mucho de misterio. Los sensaciones de todos estallaban de erotismo.
La gente se concentraba en gran número, disfrazado como era
la tradición; podían verse mujeres
desnudas con su cuerpo maquillado, con impresionantes vestidos de época,
de heroínas de ficción, harapientas, prostitutas, mucamas, guerreras.
Los hombres habían elegido en su mayoría disfraces de
caballeros de época, aunque también podían verse algunos pocos que caminaban
desnudos entre la muchedumbre, disfrazados de campesinos, médicos, héroes de
antiguos comics.
Solo un detalle era común a todos: sin excepción debían usar
una máscara, nadie podía estar allí con la cara descubierta.
La celebración de esta noche de carnaval tenía más de quinientos años de
antigüedad y había sido instalada por inmigrantes europeos en un intento por
emular a los del siglo XV.
El desfile de personas de un lado
a otro era incesante, mostrándose, insinuándose, con una energía sexual vibrando
hacia los cuatro puntos cardinales, el solo
roce de pieles provocaban el estallido,
llegando casi al jadeo. Solo mirarse por un instante provocaba la corrida hacia
las sombras para perderse y hacer el amor como dos salvajes, solo la máscara
debía quedar en su lugar.
Era el instante donde no existían los matrimonios, las uniones,
las parejas, todos eran seres
libres, sin ataduras de ninguna clase; solo debían disfrutar y encontrar el
placer sexual.
Y mientras en la oscuridad muchos se entregaban a los
placeres carnales, otros deambulaban conversando, mirándose, deseándose.
Hasta que llegó la medianoche y con ella…la Reina.
Apareció de la nada, casi
desnuda, mostrando unas curvas perfectas, senos inmaculados, largas piernas,
bellamente torneadas, el cabello negro brillante llegando a la cintura, con una
máscara que solo le cubría los ojos color azul mar, mejillas aterciopeladas y
labios de fuego color rojo sangre.
Comenzó a caminar con paso cadencioso y una brutal sensualidad
provocando la admiración de hombres que solo pensaban en poseerla y de las
mujeres que soñaban con estar entre sus brazos. Subyugaba a todos, nadie podía
permanecer indiferente.
Comenzaron a caminar detrás suyo mientras ella seguía su
camino hacia el palacete que se erigía orgulloso en aquel lugar. Al llegar a la
puerta se detuvo y dijo:
-Buenas noches. Como sabrán muchos, todos los años llego
hasta aquí para darles solo placer y festejar con ustedes esta noche de
libertad.
Esta vez serán solo trece los que entrarán y me harán el
amor toda la noche, doce hombres y una mujer.-
Dicho esto no hubo nadie que no se ilusionara con la idea de
ser elegido por aquella diosa surgida del averno seguramente.
Lil comenzó a caminar entre la gente, acariciando con sus
manos rostros, caras, miembros, senos,
originando una ola de lujuria inmensa, al mismo tiempo que elegía a los trece
afortunados. Les pidió entraran mientras se despedía del resto.
-Es una pena que sean tan pocos pero no es posible más.
Buenas noches y entréguense a los placeres antes que salga el sol.- dicho esto
se dio media vuelta, entró al lugar y la puerta se cerró a sus espaldas.
Con una enorme sonrisa se acercó a los elegidos y les dijo
con una seriedad inusitada:
-Seré directa; tendrán la oportunidad de matarme, irán
pasando de a uno y harán todo lo posible por asesinarme, no es fácil pero
tampoco imposible.
Tengan en cuenta que con más de tres mil años de edad, mis
huesos están cansados.
En aquella mesa tienen armas, deben escoger solo una. Si no
logran matarme los mataré yo.
¿Quién comienza?- dijo a viva voz.
Nadie se movió y todos se miraron incrédulos pensando en que
se trataba de una broma de mal gusto.
Lil comenzó a impacientarse por lo que dio el primer golpe; sacó una daga de entre sus breves ropas y se
la clavó en el pecho a un joven que sudaba ya terror. Cayó fulminado al piso en medio de un inmenso
charco de sangre.
Todos se alejaron y consternados comenzaron a reaccionar de
distintas maneras: algunos intentaron escapar de allí, otros se escondieron
mientras que seis decidieron enfrentarla juntos. La mujer se quedó inmóvil en el medio del
salón.
Comenzó la contienda; los hombres prestos, se abalanzaron
sobre la mesa, tomaron todas las armas
que podían, cuchillos, dagas, espadas y rodearon a la asesina.
Lil al ver esto solo atinó a decir:
-Lo de a uno no llegaron a entenderlo ¿No?...Bien como ustedes
quieran.-
Comenzó la lucha; todos al mismo tiempo lanzaron estocadas y
golpes sin resultados, este increíble ser tenía movimientos más veloces que el
mejor guerrero del mundo.
Una vez eludidos todos los golpes que intentaron asestarle, Lil
sacó otra vez su daga y en un movimiento casi imperceptible al ojo humano le
cortó el cuello a tres y en fila.
Los que quedaron asistieron horrorizados a la muerte de sus
compañeros. Más dos de ellos decidieron ir a fondo para matarla mientras el
ultimo huía de la escena desesperado por salvar su vida, lo que no pudo lograr
ya que la mujer le lanzó el cuchillo con tal precisión que quedó clavado en la
nuca del infeliz.
Mientras corría para buscar su arma, fue interceptada por
sus dos contendientes que lograron clavarle una espada en el costado izquierdo,
destrozando su bazo. El dolor no llegó a detener su marcha.
Recuperó su arma de la cabeza del muerto y saltó de forma
increíble sobre los dos hombres para aplicarles sendos golpes de puño y
clavarles la daga en la garganta.
Quedó inmóvil en medio de aquel macabro
escenario; seis muertos y sangre por doquier.
Se rehízo y salió en busca de los cuatro cobardes que seguían escondidos.
En pocos minutos los encontró y los mató, uno a uno, sin piedad.
Solo quedaba ella, Guadalupe, quien no se había movido un
ápice de su lugar.
Lil fue hacia ella con paso lento dispuesta a instarla a la
lucha.
Frente a frente, se miraron a los ojos durante un instante
que pareció durar una eternidad.
Guadalupe fue entonces la que dio el primer golpe: acercó
sus labios a los de Lil y le dio un largo y apasionado beso.
Al finalizar, la vieja mujer se alejó con violencia de ella ya
que se dio cuenta que comenzaba a desvanecerse como si fuera una figura de
humo.
Guadalupe solo la contemplaba,
fría, gélida, indiferente.
-¿Cómo lo supiste,
niña, como supiste que un beso me mataría?-
-Soy tu sucesora, hace poco tiempo los Maestros me contaron que yo no era de este mundo y que debía venir hasta aquí para tomar tu lugar.
Ya es hora que descanses; estás vieja, lenta y un tanto decrépita. ¿Solo trece
y sin copular? No debiste cambiar las reglas.
Llegaré a los cien
cada noche de Carnaval viejecita, tenlo por seguro.-
-Eres cruel.- dijo mientras su cuerpo seguía deshaciéndose.
-No más que tú el primer día.- le respondió.
Al desaparecer en el aire la última partícula de aquella
leyenda, Guadalupe comenzó a tener una enorme transformación, de una esmirriada
figura pasó a tener el cuerpo de una mujer voluptuosa, bella y sensual como su antecesora.
Se admiró frente a los espejos un buen rato.
Luego salió de la casa con el fin de conseguir sus primeras
víctimas para copular hasta matarlos, como dictaba la tradición pues hasta el
amanecer tenía permiso de hacerlo. Y aun faltaban tres horas para ello.
F I N